A veces resulta frustrante reconocer las limitaciones o debilidades de nuestro propio cuerpo. ¿No sería fantástico que el ser humano no necesitase descansar? La vida sería más larga, más intensa, con 24 horas de vida cada día; sin momentos que no se disfrutan por el cansancio. Aunque también perderíamos los sueños y la magia que los acompaña. También es curioso advertir que esos así llamados "relojes biológicos" que aparentemente regulan nuestro funcionamiento y vitalidad son más o menos sensibles a las franjas horarias del día. Así, distinguimos las personas que rinden más de día de las que son más activas de noche. Siempre he sido un búho de la Noche. Las mañanas no se inventaron para mí. Vivir mientras otra gran parte del mundo duerme resulta, cuanto menos, atractivo. En medio de la noche surge a veces una pregunta, y la noche se agranda, y es inmensa la noche hasta la angustia. Como un barco sin luces, silencioso, surca así nuestro cuarto tanta sombra que parece sin límit...