AEROPUERTOS

AEROPUERTOS…

Interesantes microcosmos. Uno conoce ya unos cuantos. Lugares anónimos en los que puedes ser cualquiera, venir del rincón más pequeño del planeta, viajar donde ni siquiera nada te espera… Todo tipo de especímenes circulan por ellos.
Te sientas en la cafetería y el tráfico de sujetos es incesante. Individuos tan distintos. La libertad se sienta en un banco a tu lado, encantada de estar allí. Tan ilusa e inocente, se siente bienvenida, sin saber que sólo un pasaporte le permitirá ocupar el asiento 5C.
Son tierras de nadie; tan libres y a la vez tan controladas. Uno mira al niño pelirrojo al que su padre le habla en alemán y su madre en francés y siente cierta envidia. Hasta que de repente, una maleta tropieza con un sonriente guardia de seguridad. Despertar súbitamente cuando un cinturón pita durante el control policial. Preguntarse por qué un negro de 80 años vuela a San Petersburgo. Sentir curiosidad por qué hará a partir de las 8 la señorita rubia del mostrador de SkyEurope.
Echar de menos. Querer coger otro avión que no te pertenece. Saber que nadie te estará esperando a tu llegada. Mirar mil veces la foto de tu pasaporte y dudar de si eres tú mismo. Perder la ilusión en el lavabo. Encerrar el miedo bajo el candado de tu maleta. Sentir que el cielo es más infinito que nunca.
Darte cuenta de que tu equipaje emocional se va quedando pequeño. Check out de tu corazón.Y, finalmente, preguntarse a dónde viaja el tercer joven de la cola de facturación mientras una masa humana desea hoy estar en otra parte.
Última llamada para la pasajera de un vuelo con destino a la eternidad.